En Defensa de lo propio… por más que se equivoque.


Por Gabriel López

Permítame que le invierta la ecuación: ¿Y si a Gastón le salía un lujo de billar, con travesaño, carambola y adentro…, hoy no estaríamos hablando de la genialidad que frotó desde los once metros? ¿No estaríamos buscando comparación con lo el taquito de Trobbiani (feliz cumple Mandraque) frente los alemanes en la mismísima final del Mundial 86?
Cuando La Gata se quedó mirando la nada y el cartel electrónico seguía 0 a 0 en 19 minutos, detrás de la atajada del arquero del “Halcón” llegó como un relámpago de contraataque el 1 a 0 que gritaron en Florencio Varela, con media vuelta de Pizzini lo Hernán Crespo.
Cambió la racha Pincha y a meter pata en los 9 puntos que faltan. Fue esto muy inesperado, como el clima, que de jornadas calurosas pasó en dos horas a un océano de agua que casi desborda el lago del bosque. En el diluvio se rescataron anécdotas de familia, sonrisas en el naufragio, como el remís que pidió al divino botón la señorita Concepción, que iba para la cancha con su hija de 2 años, Evita, pasando a buscar al compañero de vida, papá Federico Esparza, que las esperaba en el comercio en el que se reparan celulares y computadoras. Fede puede solucionar todo de eso, pero no el desastre de la naturaleza que por temor a mayores tormentas eléctricas hicieron que lo vean los tres frente al televisor y no usar el abono en 115.
El Estadio venía invicto desde que se hizo el Nuevo UNO, pero evocando los tablones hubo que rastrear la última caída el domingo 14 de agosto de 2005, cuando San Lorenzo llegó al arco con gol de Lavezzi y se terminó 1 a 0 con error de Alayes, justo cuando El Flaco volvía al club después de 5 años. Estaba en Quilmes.
El que volvió a ponerse la Albirroja era Rojo. Y cuando faltaban pocos minutos, nos acordamos del golazo a Nigeria, cuando Marquitos empalmó la bola y le dio una alegría mundialista a la Argentina. Pero no alcanzó su mística en la Superliga, y volvió con derrota ante un Defensa y Justicia que salió con actitud de comerse a los leones estrellas (bué, así bautizó el Olé al reforzado equipo de Milito).-
Nos acordamos de Ferrín y el lujo de un césped que no tuvo ni un charquito. Pero el sintético estaba rápido y las pulsaciones también: en el primer tiempo hubo amarillas para Rojo (por la rabieta potreril de “la pelota pasa, el rival no” y para Mascherano (pésimamente amonestado). Y nos acordamos la canción de Fito y Sabina… “Llueve sobre mojado”, desde el preciso momento en que el “fulboller” visitante, ese tal Botta, la calzó de zurda para el 2 a 0, irremontable.
Un querido hincha, el Cabezón Díaz, un veroniano acérrimo que los domingos patea en Villa Elisa para el equipo de Juan Ramón, baja los cambios con frases que envidiaría el Bambino Veira. “Estamos más caliente que panza de cocinero”.
Aunque en este país enseguida tildemos de traidor al que se equivocó, como si no fuésemos humanos (¿será el exceso de tecnología que no nos deja pensar?), la decisión de Gastón Fernández de tirar con calidad pero anunciado y muy suave es cosa de los distintos, de los que juegan con la cabeza y a veces se pasan… Pero es un grande esa Gata, que sabrá reconocer los errores y eso le permitirá avanzar con mayor madurez. Llegará River, su casa, donde conoció a Masche, y tal vez al 10 le venga como anillo al dedo para desquitarse jugando en su nivel.
En este espacio defendemos lo propio, con equivocaciones incluídas. Por más groserías que se hayan oído en la lluviosa noche del 17, igual se banca y de paso se arenga: “la próxima escupile fuerte y arriba, o si está resbaladiza, mejor a rastrón”.