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Mariano en la inmensidad.
Todavía conservamos las utopías. Las dificultades y los caminos laberínticos del desencanto diario no limitan nuestros sueños. Y el fútbol tiene la particularidad de aislarnos y permitirnos ese paseo momentáneo en el que conocemos la felicidad.
Estudiantes de La Plata conserva un ideario colectivo que se transmite de generación en generación. Eso ocurre cuando insistimos con la idea de pertenencia. Persistimos a cada paso en denotar aspectos donde nos emociona lo que somos.
En determinadas circunstancias miramos los rostros de los viejos hinchas que han vivido las etapas más importantes de la historia del club y nos deslumbramos con sus anécdotas. Allí participan nuestros ídolos perennes. Las imágenes en blanco y negro toman color cuando vemos a cada uno de esos ídolos hablar y aconsejar a los jóvenes del club en el Country de City Bell, ese lugar distintivo donde se resume nuestra historia.
Es inmanente a nuestra memoria colectiva el pensar en las personas imprescindibles. Esos focos referenciales donde sostenemos nuestras convicciones. Y al mismo tiempo en algunas oportunidades, no logramos dimensionar a aquellas personas que han dado su vida pensando en la felicidad de muchos.
No existe una obligación intrínseca al ser humano de condicionar la propia vida en beneficio de los demás. Darlo todo. Es una decisión dual que se moviliza entre el dolor de dejar lo propio por un objetivo y al mismo tiempo, la satisfacción futura al observar la consecución de lo planificado. En este terreno se mueven los imprescindibles, en la inmensidad de su figura que trasciende los tiempos.
Mariano Mangano es uno de ellos. Y es al mismo tiempo un símbolo de la resistencia y de la esperanza.
Diez años como presidente de Estudiantes de La Plata sirvieron para que sus decisiones generaran un precedente revolucionario en la historia del Fútbol Argentino: posicionar a Estudiantes de La Plata de igual a igual ante los equipos poderosos del mundo. Y así, mover los cimientos del poder en los tiempos en que siempre triunfaban los mismos.
Mangano no sólo nos remite al logro deportivo e institucional sino también a los valores que hoy nos constituyen como club modelo. A Mangano le debemos entre otras cosas, el orgullo que nos da contar en cada lugar que visitamos que somos hinchas de Estudiantes.
Lo único que tenemos que hacer para devolver mínimamente el sacrificio de su vida por el club es no dejar de contar la historia de Mangano a nuestros hijos. Que la memoria colectiva de nuestra institución no deje de fluir.